El proyecto a cargo de Isabel Díaz de Miguel y Núria de Fidel fue el único en evaluar la idea de convertir la planta baja en un espacio público usado para preservar los restos arqueológicos encontrados en la planta baja del Mercado de Elche. El proyecto causó controversia porque incrementa la altura y el volumen del edificio ubicado en la parte antigua de la ciudad. Se valoró positivamente el distinto trato prestado a las fachadas, en función de la dirección a la que miran y del uso de las diferentes opacidades del tejido cerámico Flexbrick, cuyas diferentes profundidades permiten una «extensión visual de la calle» hacia el interior, no solo en la planta baja, sino también en las dos plantas superiores.